miércoles, 10 de febrero de 2016

Depresión

Hace rato que no nos contactabamos, su ausencia dejaba un vacío en mi mente, ya no estaba ese peso en mis hombros, la niebla espesa dejó de existir.
Le extrañaba, cuando yo estaba sola ella era la única a mi lado, siempre la escuchaba, aquellas palabras y disparates que la mayoría de veces terminaban llevando a un abismo en guerra...  La guerra de las palabras y pensamientos.
Jamás había presenciado una guerra de tal magnitud, algunos que luchaban solos, otros no sabían que posición tomar... Otros habían sido obligados a estar allí encadenados, inocentes de todo, como unos bebés despojados de el pecho de su madre; hacía que yo pensara en todo, hasta el aura exacto que debería emanar su alma, cual es el color preferido del camaleón, todo era confuso, pero ella era la única que estaba allí, dispuesta a nunca dejarme sola.
Siempre que entablabamos la misma conversación profunda y ausente yo terminaba pensando en cosas totalmente distintas, haciendo cosas involuntarias, perdiéndome.
Le extraño, aun es raro que no esté aquí, o tal vez si está y solo se esconde de mi, siempre fue muy tímida, siempre me he enamorado de su tierna y esporádica forma de llegar a mi... justo ahora las lágrimas no pueden evitar correr, me pierdo en sus palabras...
¿Qué hago aquí? ¿Quién es usted?
¿Por qué me está vigilando? ¿Y esta camisa de fuerza?  ¡Saquenme de aquí!
Soy inocente
Ella dijo que estaríamos juntos por siempre...
Es una mentirosa...
Se fue, y yo no iba a permitir eso, quería que su olor se quedara impregnado en mi, hasta los tuétanos, yo solo la tomé de su cuello suavemente, la iba a besar, empezó a gritar no sé qué cosas, la apreté muy fuerte, al final se calmó y se quedó dormida conmigo, en una paz inmensa, estamos enamorados, obsesiónados, un frenesí, la amo, está aquí conmigo, está llorando, tiene miedo, no logro hacer que se calle, por favor ayudenle...

¿Donde estoy? Llegaré tarde a mi boda.

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